Revista En Torno a la Prevención, No. 20, jun.
2018, pp. 7-33
ISSN 1659-3057 • E-ISSN 2215-3845
Url: www.relaciger.org/revista/
ORGANIZACIÓN Y CAPACIDADES DE LAS
INSTITUCIONES DE PRIMERA RESPUESTA A DESASTRES EN COSTA RICA: INTRODUCCIÓN
Máster
Patrick C.G.F. Markus[1]
Independiente
patrick_markus@hotmail.com
Recibido 15 de octubre 2017 • Corregido
26 de abril 2018 • Aceptado 30 de abril de 2018
Resumen
En el presente informe se examina la capacidad de
primera respuesta en Costa Rica a través un análisis del Subsistema de Preparativos y Respuesta que conforma una parte del
Sistema Nacional de Gestión de Riesgo. Se analizan brevemente tanto
los cambios históricos en la conceptualización de respuesta – como una
de las estrategias para hacer frente a los desastres –, como el concepto de
capacidad de respuesta. Desde la perspectiva organizacional de Organizaciones
de Alta Fiabilidad (HRO’s), se discuten los resultados de una encuesta
realizada a los miembros del Centro de Operaciones de Emergencias
costarricense, quienes brindan sus opiniones respecto de este subsistema y sus
capacidades, incluso de sus percepciones sobre la necesidad y capacidad de
cambio organizacional (institucional). Se finaliza con algunas recomendaciones.
Palabras clave: Cambio Institucional, Cambio Organizacional, Organizaciones de Alta
Fiabilidad, Capacidad de Primera Respuesta, Subsistema de Preparativos y Respuesta, Sistema Nacional de
Gestión de Riesgo, Gestión de Riesgo a Desastres.
Abstract
This report examines the first
response capacity in Costa Rica through an analysis of the Preparedness and
Response Subsystem, which is part of the National Risk Management System. The
historic changes in the conceptualization of response as one of the strategies
for dealing with disasters are briefly analyzed, as well as the concept of
response capacity/capability itself. From the organizational perspective of
High Reliability Organizations (HRO's) the results of a survey of the members
of the Costa Rican Emergency Operations Center are discussed, which informs us
about their opinions regarding this subsystem and its capabilities, including
about their perceptions about the need and capacity for organizational
(institutional) change. We conclude with some recommendations.
Keywords: Institutional
Change, Organizational Change, High Reliability Organizations, First Response
Capability and Capacity, Preparation and Response Subsystem, National Disaster
Risk Management System, Disaster Risk Management.
Introducción
La capacidad de respuesta a desastres
podría ser concebida como una función de la capacidad organizativa, el nivel de
preparación y la disponibilidad de los recursos apropiados – humanos y físicos
– con respecto a eventos complejos inesperados. Viendo el tema desde la
perspectiva de la política pública, Jackson propone que el concepto de
fiabilidad de la respuesta a desastres se debería incluir en el debate
público–político respecto al sistema de preparación y respuesta que exista
(Jackson, 2008, p. vii-viii). Sostiene que no podemos saber con qué nivel de
fiabilidad el sistema funcionará que se le solicite dar respuesta a las
siguientes preguntas fundamentales: a) ¿cómo está organizado el sistema en las
instituciones, cuáles son sus capacidades y recursos de respuesta?, y b) ¿qué
tan fiable será el nivel de desempeño del sistema bajo las demandas de
diferentes tipos de eventos dañinos?
La primera pregunta, en su parte
inicial, invita a realizar un análisis descriptivo del sistema e inventariar
los recursos (inputs) de los cuales dispone. Con respecto a
su segunda pregunta, Jackson argumenta que faltan criterios precisos y
objetivos (ibíd., p. vii) para evaluar el nivel de preparación con el que
cuenta un país realmente (ibíd., p. 2), saber qué inversión brindará el mayor
rendimiento y qué medida tendrá el mayor beneficio para el desempeño del
sistema (ibíd., p. viii). Esta falta de conocimiento limita nuestra capacidad
de fundamentar debidamente las decisiones políticas correspondientes y fomentar
expectativas razonables en el público (ibíd., p. 2). Más porque estas
decisiones deben fundamentarse con base en una perspectiva prospectiva, para evitar que se crea una demanda insostenible
enfocada en los problemas históricos y más visibles pero con poca significancia
para los resultados (outcomes) sistémicos que se buscan (ibíd., p. vii).
Parte de la respuesta parece estar en el argumento de
Poncelet y Delooz: “la forma más eficiente de mejorar la capacidad de respuesta
es aumentar el nivel de preparación”, siendo además, “la única forma de asegurar
una movilización de manera económica” (Poncelet y Delooz, 2010, p. 57). Y
aunque se debe reconocer que la búsqueda de la mejora es un proceso continuo,
sin fin, también, parece razonable sostener que el nivel de preparación en
Costa Rica, en los distintos contextos institucionales, organizacionales y
comunales efectivamente brinda oportunidades de mejora (Markus, 2017). Del
Índice Municipal de Gestión de Riesgo (Comisión Nacional de Prevención de
Riesgos y Atención de Emergencias, UNA, Araya, Campos, Mesén y Alfaro, 2015) se
puede desprender que a nivel local aún existe la percepción que la gestión de
riesgo – de lo cual la preparación para un eventual desastre y la organización
de la respuesta a ello forman parte – es una actividad que “recae por encima o
a la par de las labores ordinarias” (Markus
2017, p. 33), para lo cual entre 50% y 54% de los municipios indicaron tener ninguna o baja
disponibilidad de herramientas administrativas, capacidad de planificación y
capacidad administrativa (incluso manuales y recursos humanos y de
aprendizaje). Y un 90% indicó tener ninguna o baja capacidad de inducir la
participación social en estos procesos de gestión (ibíd., p. 33-34). En el
presente informe se pretende defender que la perspectiva propuesta por Weick y Sutcliffe
(2015) y otros autores, podrá aportara a un mayor
entendimiento sobre cómo impulsar una mejora en este nivel de preparación.
La segunda parte de la primera
pregunta apunta hacia un análisis desde una perspectiva organizacional. Weick y
Sutcliffe sugieren que mediante la actividad de organizarse (organizing), se
procura orden y relación entre eventos: “un desempeño fiable depende de
continuidad en los procesos de organización” (Weick y Sutcliffe, 2015, p.
viii). Argumentan que las Organizaciones de Alta Fiabilidad (HRO’s), o mejor
dicho: el proceso de organizarse para la alta fiabilidad involucra la
aplicación de cinco enfoques: 1) una preocupación por el
fracaso como causa de vulnerabilidad del sistema, 2) la resistencia a simplificar,
un esfuerzo para mantener la variedad perceptual y conceptual, 3) una
sensibilidad a las operaciones, mantener un alto nivel de atención en las
actividades reales, 4) fomentar la resiliencia, la capacidad de mantener o
recuperar un estado dinámico estable, y 5) la toma de decisiones conforme la
experticia, manteniendo la flexibilidad organizacional para que los problemas
puedan fluir hacia los expertos. Sostienen que distintas
organizaciones de respuesta a desastres (ej. equipos de gestión de emergencias,
equipos de bomberos y equipos médicos en salas de emergencias) comparten estos
enfoques con organizaciones en el ámbito de industrias de alto riesgo (ej.
plantas energéticas nucleares, plataformas de petróleo en el mar y la industria
química), y en otros ámbitos, como el control de aviación civil, el sistema de
salud, entre otros.
El presente informe se enfoca en las nueve
instituciones públicas de respuesta y la Cruz Roja – única institución privada
en el grupo de primera respuesta –, con base en una pregunta adicional: ¿La
capacidad de cambio institucional es la que los miembros del COE estiman como
suficiente en relación con la necesidad de cambio que es percibida? Los
resultados de la encuesta sugieren que la respuesta es negativa. Además, pareciera
que la capacidad de cambio institucional requerida depende en parte de la
adecuación de las percepciones de la población en general: en Costa Rica
predomina la expectativa de apoyo “del Estado” si pasa algo (el modelo
asistencialista), y aún no está muy desarrollado el modelo de resiliencia que
parte de una responsabilidad y empoderamiento propios, según indica Salgado (com. personal, 9 enero 2018). Entonces, estar mejor preparado para responder podría requerir no solo cambios
significativos en el sistema, en las instituciones y en los niveles políticos
locales y nacionales, sino además, en las actitudes y expectativas,
conocimientos y habilidades que tiene cada persona. Sin embargo, pareciera
hacer falta tanto la información adecuada como los criterios apropiados para
deliberar: ¿Desea la sociedad costarricense un sistema de respuesta con
capacidades distintas de lo que actualmente dispone?
Después de explicar brevemente la
metodología empleada, la sección del contexto
ofrece una descripción de la organización de respuesta en Costa Rica en el
Subsistema de Preparativos y Respuesta del Sistema Nacional de Gestión de
Riesgo. La sección de resultados
inicia con un resumen de los datos generales
respecto de los recursos con que cuenta este sistema y, posteriormente, contra
el fondo de una breve exposición sobre HRO’s, detallando algunos de
los resultados de la encuesta que se realizó a los miembros del COE.
Metodología
Revisión de la literatura sugirió cuatro áreas
principales de interés para la encuesta: a) la potencialidad de desastres
percibida, b) las opiniones respecto a las capacidades institucionales actuales
de primera respuesta, c) las opiniones sobre los aspectos de la toma de
decisiones, la capacitación y la transferencia de conocimientos, y d) las
opiniones en relación con la capacidad de cambio institucional.
Durante el transcurso de la investigación se
realizaron más de 30 entrevistas exploratorias con personas expertas en
distintos ámbitos y se realizaron múltiples visitas a diferentes instalaciones
de instituciones. Además, se recolectaron datos sobre los recursos humanos y
físicos disponibles, mediante la consulta de fuentes documentales
institucionales y de fuentes públicas y solicitudes de información en dichas
instituciones.
Se realizó la encuesta a los 20 miembros del COE
quienes son los representantes actuales de las instituciones costarricenses de
primera respuesta, según lo definido en la normativa vigente (tasa de
respuesta: 80% de las instituciones, 50% de los miembros). Por medio de 35
preguntas se les solicitó su opinión utilizando una escala Likert de 1 al 5
para indicar su grado de (des)acuerdo al respecto. La encuesta incluyó además,
2 preguntas sobre 31 aspectos y procesos operacionales críticos de respuesta,
para los cuales fue solicitado indicar una valoración de 1 (muy malo) al 5
(óptimo) respecto a tanto su eficiencia como eficacia. Las últimas tres
preguntas fueron de tipo abierto. Anterior a su presentación a los miembros
actuales del COE, la encuesta fue probada por un anterior miembro de ese
organismo, lo que no resultó en cambios significativos.
Contexto
Cambios Conceptuales: Se parte de la siguiente idea: lo
que vemos depende de lo que conceptualizamos. Así argumentan Weick y Sutcliffe:
“conceptos dan sentido a percepciones y percepciones dan contenido a conceptos”
(Weick y Sutcliffe, 2015, p. 31).
Los conceptos sobre los desastres
efectivamente han cambiado con el transcurso del tiempo (Kano, Wood, Siegel y
Bourque, 2010; Poncelet y Delooz, 2010). El concepto del "ciclo de
desastres" – la línea cronológica subyacente en la historia de los
desastres – se desarrolló gradualmente en los años cincuenta y se conceptualizó
como constituido en seis períodos: preparación, alerta, evacuación, impacto,
respuesta y recuperación (Kano et al., p. 4). Poncelet y Delooz indican que en
aquellos tiempos los desastres se percibían como 100% naturales y por lo tanto
se consideraba que la única estrategia para lidiar con ellos era reactiva,
dando una respuesta, generalmente ad
hoc e improvisada y a menudo de carácter internacional (Poncelet y Delooz, p.
51). En este entonces la capacidad nacional de respuesta previa al impacto era
baja o inexistente, y posterior al impacto se presumía automáticamente que
estaba abrumada por el desastre causado por los mitos y conceptos erróneos que
se tenían sobre la naturaleza de los desastres, sobre sus efectos en el
comportamiento humano y las necesidades reales en el área afectada.[2]. Estos mitos y conceptos erróneos solían causar fricciones en los
esfuerzos de respuesta internacionales – cosa que a pesar de las mejores
intenciones de los donantes hasta el día de hoy ocurre – (Kano et al., p. 17;
Poncelet y Delooz, p. 51-53).
Un cambio de enfoque ocurrió en los
años setenta hacia una "estrategia sistemática de preparación para
desastres (...) que mejoró la capacidad nacional para responder a las
catástrofes" (Poncelet y Delooz, p. 51). Los autores sostienen que este
cambio fue solicitado por los Ministros de Salud de América Latina y el Caribe,
después de los impactos devastadores de los terremotos en Perú (1970),
Nicaragua (1972) y Guatemala (1976). Más recientemente se ha aplicado este
enfoque a "cualquier evento de salud pública de interés
internacional" en el Reglamento Sanitario Internacional (RSI), que fue
adoptado en 2005 (ibíd., p. 51-52).
Poncelet y Delooz también, sostienen
que el terremoto de México en 1985 demostró las limitaciones de la estrategia
dirigida solamente a construir una capacidad nacional de respuesta y se agregó
un nuevo concepto: mitigación de las consecuencias del desastre
"enfatizando la protección de la infraestructura y el sistema de
salud" (ibíd., p. 53), ambos críticos para cualquier respuesta al desastre.
Este enfoque fue impulsado con mejoras en los códigos de construcción (ibíd.,
p. 53), y a continuación de dicho enfoque, la ONU inició en 2008 la campaña
"Hospitales Seguros de Desastres", mientras que la OPS ha introducido
el Índice de Seguridad Hospitalaria (ibíd., p. 53-54).
Posteriormente, el impacto
devastador del huracán Mitch en 1998, que afectó significativamente a Honduras,
Nicaragua, Guatemala, El Salvador y Costa Rica, creó las condiciones políticas
para el cambio, resultando en Costa Rica en esfuerzos reguladores que a grandes rasgos estaban dirigidos a aclarar,
aumentar y organizar mejor las capacidades
institucionales de respuesta y las responsabilidades organizacionales e
individuales (públicas y privadas) (CEPREDENAC y PNUD, 2004, p. 37). También se
desarrollaron estrategias regionales, entre las cuales destaca el
convenio de apoyo mutuo entre los países latinoamericanos.
En la actualidad, la respuesta – como estrategia
reactiva a desastres –, opera en combinación con estrategias proactivas de
preparación y de mitigación.
Desastres en Costa Rica: Aparte de los conceptos, también,
nuestras experiencias influyen sobre lo que percibimos, por ende, podría surgir
la pregunta: ¿cuáles fueron las experiencias en Costa Rica en cuanto a
desastres? El evento más conocido del siglo XIX tal vez fue la “primera
destrucción de Cartago” por el terremoto del 2 de setiembre 1841 (6,4M[3], 38 muertos, 2480 casas
destruidas), según los datos facilitados por Vallejos, Esquivel e Hidalgo
(2017). Sin embargo, sostiene Mena (com. personal, 22 sep. 2017) que el
desastre más grande en Costa Rica ha sido la epidemia del cólera en 1856. En relación con este evento Arguedas y
Barrionuevo (1982) indicaron que falleció aprox. un 10% de los 112.000
costarricenses que había en ese entonces. Con respecto al siglo XX los datos de Vallejos et al. (Ibíd.) dan una perspectiva con bastante detalle: se registraron 182 emergencias
en Costa Rica, la mayoría hidrometeorológicos (94) y por sismicidad (58), otros
por eventos volcánicos (15), deslizamientos (11), incendios (3) y una fuga de
plaguicidas. Doce de los anteriores eventos tuvieron impactos
(muy) significantes (ver cuadro 1).
Cuadro 1. Desastres en Costa Rica en el Siglo XX con Impactos Importantes.
Año |
Muertos |
Acontecimientos |
1910 |
400-700 |
Terremoto de Santa Mónica: la
“segunda destrucción de Cartago” |
1924 |
Más de 70 |
Terremoto de Orotina (7,8 M):
daños en toda la zona occidental del Valle Central |
1950 |
- |
Terremoto de Nicoya (7,7M): la
costa oeste de la península Nicoya se levantó |
1952 |
21 |
Terremoto de Pastillos |
1968 |
97 |
Erupción volcán Arenal |
1973 |
23 |
Terremoto de Tilarán |
1988 |
28 |
Huracán Juana |
1991 |
50 |
Terremoto de Limón (7,6M): la
costa atlántico se levantó hasta por 1,85m |
1992 |
- |
Incendios forestales en 6 parques nacionales y áreas de conservación |
1994 |
- |
Fuga de plaguicidas: 20 adultos y 30 niños intoxicados |
1996 |
39 |
Huracán César |
1998 |
8 |
Huracán Mitch |
Fuente:
elaboración propia.
En el presente siglo, el País sufrió también varios
eventos con impactos significativos, entre ellos: un incendio hospitalario (2005; 19 muertos), un incendio
en una empresa de productos químicos (2006), una sequía (2007/08) (Vallejos et
al., 2017) y más recientemente el impacto del huracán Otto (2016) y la
depresión tropical Nate en octubre 2017 (con impactos estimados en 577 millones
de dólares al momento de presentar este informe). Los eventos
de gran escala del periodo 1991-2016 fueron 3 terremotos y 4 huracanes (ver
figura 1). Los datos indican que hay una amplia variedad en los
desastres que han ocurrido en Costa Rica. También indican que los desastres a
gran escala han tenido impactos con una huella única cada uno. No obstante,
como argumenta Noji (2005, p. 7) hay semejanzas en ciertos aspectos de los
desastres que resultan en que el proceso de gestión de respuesta sea muy
similar cada vez.
Hacia una conceptualización de la
Respuesta a Desastres: El concepto de desastre no es uniformemente definido, a pesar de una
larga historia de investigación de ello, sostiene Koenig, sino que en la
literatura – de la medicina de desastres – se encuentran múltiples definiciones
(Koenig y Schultz, 2006, p. xxiii). Argumenta este autor también, que el
vocabulario utilizado es faltante en claridad.
Por ejemplo, no hay consistencia en el uso de la
palabra “víctimas” para referirse a personas fallecidas o lesionadas / enfermas
(Ibíd., p. xxiv). La distinción entre desastres naturales y desastres causados
por el hombre, también podría ser poco informativo: según Koenig hay pocas – si
hubiera algunas – diferencias significativas en cómo se gestionará la respuesta
correspondiente (Ibíd., p. xxiv).
Además, sostiene Koenig, que tampoco es suficiente
conocer el agente etiológico para saber cómo se debe atender un incidente: si hubiera un incidente
“biológico” en una escena discreta – como una carta con ántrax –será probable
que la respuesta se desarrollará como si fuera un incidente “químico”, por
ejemplo, no como un evento de salud pública, y por ende sostiene Koenig:
“Al nivel más básico, un desastre [sí] implica un escenario en que las
necesidades exceden los recursos en un momento dado, [pero] [n]o es el evento
como tal que define el desastre; más bien son los efectos funcionales del evento en el sistema de referencia en este
momento.” (Ibíd., p. xxiii, el cursivo no es del original)
Figura 1. Impactos de los 7 Desastres en Costa Rica de Mayor Escala (periodo
1991-2016) por Sectores, en 2017 USD. Los sectores con daños menores a 5% del
total por evento índex están incluidos en ‘otros daños’. Figura H refleja los
daños totales por sector. Fuente: elaboración propia con base en Vallejos et
al. (2017) y los respectivos planes generales de emergencia.
A estos efectos funcionales para las organizaciones de
respuesta, efectivamente se refieren Wisner y Adams cuando indican que “[m]ecanismos
locales de respuesta (...) [frecuentemente] son abrumados” (Wisner y Adams,
2002, p. 12). Esto podría ocurrir “en todos los niveles
sociales y escalas de organización” (UNISDR, 2015, citado por Markus, 2017, p.
23), resultando en la necesidad de asistencia
externa. Los desastres muchas veces presentan “cascadas”
complejas de causas y efectos (Wisner y Adams, 2002, p. 9). Sostienen que a
menudo ocurren efectos secundarios después de los efectos principales (Ibíd.,
p. 12). Incluso la respuesta al desastre por sí mismo podría causar efectos
indeseables, por ejemplo en cuanto la utilización de albergues, los cuales a
mediano plazo más bien generan problemas adicionales que no inciden
favorablemente en la población afectada por el desastre de índex (Quesada, com.
personal, 21 feb. 2017). Sostienen Wisner y Adams al respecto que “[c]ontrario
a la percepción común riesgos de salud más bien son exacerbados, no
controlados, por la concentración de personas, y por ende la dispersión de evacuados generalmente es una mejor
estrategia” (Wisner y Adams, 2002, p. 47).
Estos factores de complejidad
también podrían afectar negativamente a la organización de la respuesta.
Argumenta Noji que después de un terremoto, la búsqueda y rescate típicamente
sean desarrollados por los sobrevivientes, quienes enseguida perciben “la mejor
atención de emergencia (...) como el transporte lo más rápido posible al
hospital más cercano” (Noji, 2005, p. 4). En consecuencia, posterior al ataque
a los Torres Gemelas (9/11, 2001) sólo un 6,7% de las víctimas fue transportado
por ambulancias. La experiencia además, según Noji, indica que un centro de
triage o de atención médica de campo podría ser “ig” porque “la gente no sabe
de su existencia o su ubicación, o porque piensan que una mejor atención médica
estará disponible en hospitales” (Ibíd., p. 4). Varias dinámicas así resultan
en que los hospitales más cercanos a la zona de un desastre sean el punto de
mayor atracción – y por ende un importante punto de congestión sistémico –, a pesar
que la experiencia indica que muchas víctimas de desastres no tienen heridos
(graves), sino que vinieron en razón de otras condiciones médicas. Estas
personas pudieron haber sido atendidas en otros centros, incluso en oficinas de
médicos o farmacias, dejando la capacidad hospitalaria disponible para los
pacientes más graves (Ibíd., p. 4). Así, las concepciones propias de las
víctimas podrían hacer ineficaces los planes de emergencias contemplados y una
respuesta en curso, y no se evidencia mayor atención en la planificación
existente para estos aspectos, sostiene Noji (Ibíd., p. 4), ni para las formas
alternativas de organizarse.
Aunado a lo anterior, hoy en día la
respuesta a desastres y la toma de decisiones al respecto son (mucho) más
complejas comparadas con la gestión en los 1970’s, no sólo dado lo anterior y
porque el público tiene a su disposición medios de comunicación inconcebibles
en décadas pasadas, sino también, por lo que Poncelet y Delooz indican: la
presencia de mayor capacidad nacional, más recursos y más profesionales. En ese
entonces “las cuestiones relacionadas con los desastres fueron consideradas de
forma simplista y la toma de decisiones era menos compleja, ya que había pocas
personas involucradas y los problemas que se podían abordar con los recursos
limitados fueron respondidos de manera rápida y eficiente” explican Poncelet y
Delooz (Ibíd, p. 54).
Respecto a lo anterior Weick y
Sutcliffe presuntamente argumentarían: en la práctica temprana de gestión de
desastres, las simplificaciones y las
opciones limitadas, es decir, la
falta de variedad en la conceptualización de las complejidades y la falta de
recursos y herramientas físicas y humanas, parecen haber contribuido
significativamente a crear situaciones en que las respondedores de hecho tenían
pocas otras acciones (ó respuestas) posibles para tomar en consideración, que
aquellas que fueran realmente llevadas a cabo. Por lo tanto,
parece difícil imaginar que un mejor resultado podría haber sido logrado, no
importa cuánto más centrados o cuánto más conscientes de las potencialidades de
fracaso en las operaciones habían estado estos expertos, temas sobre los cuales
se ampliará más adelante.
En resumen podemos decir que en el transcurso
del tiempo se ha aumentado el nivel de complejidad tanto de las concepciones
respecto a los desastres como la gestión de la respuesta a ellos. Además,
pareciera razonable sostener que estas complejidades son rara vez conocidas por
el público en general y dejan la posibilidad que decisiones tomadas respecto a
la respuesta para su beneficio, no sean entendidas por el público como ‘la
mejor opción’, lo que podría generar fricción en la gestión de la misma.
Capacidades de Primera Respuesta: Si bien es
cierto, lo anterior permite comprender algunas de las complejidades de los
eventos a los cuales se tiene que responder, para entender mejor la complejidad
de la gestión de la respuesta debemos ampliar brevemente sobre el concepto de
capacidad de respuesta. Primero, la Ley Nacional de
Emergencias y Prevención del Riesgo define la respuesta como “acciones
inmediatas a la ocurrencia de una emergencia; procuran el control de una
situación, para salvaguardar obras y vidas, evitar daños mayores y estabilizar
el área de la región impactada directamente por la emergencia” (art. 4) (Ley
8488, 2006).
Segundo, respecto a la capacidad de respuesta Koenig
defiende que se debe distinguir entre “capability” y “capacity” (Ibíd., p. xv),
para la cual en el castellano se utiliza la misma palabra. Sin embargo, el
primero se refiere solamente a la existencia
de un recurso (físico o humano), mientras el segundo informa sobre la disponibilidad en el momento preciso que se requiere el
recurso como tal, tomando en cuenta los recursos (incluso insumos) de soporte
indispensables para su uso. Según Koenig esto significa que la capacidad en el
segundo sentido es sensible al tiempo (Ibíd., p. xv).
Visto así se puede considerar el primero como la
entrada (input) sistémica, la cantidad de recursos existente. Sin embargo, esta
capacidad instalada no estaría disponible en su totalidad para una respuesta en
caso de desastre porque se debe contar con el nivel normal de utilización[4] y podría haber elementos
temporalmente fuera de servicio también. Así queda la capacidad en el segundo
sentido. No obstante, para la respuesta se podrá generar una capacidad
adicional ‘de emergencia’ o surge
capacity, que Barbisch, Haik, Tessone y Hanfling
explican, refiriéndose al surge médico, así:
“[S]urge capacity se
caracteriza por un desajuste entre las necesidades de atención de salud y la capability y/o capacity de llenar esas necesidades durante un evento médico
catastrófico. [En caso de una] respuesta nacional, [l]as necesidades médicas y
de salud aumentan bruscamente (...). La respuesta local aumenta para satisfacer
la demanda, pero se agota y empieza a degradarse después de 24 horas. La
capacidad pre-evento para los servicios de rutina se reduce en las secuelas
inmediatas de un desastre. Los recursos nacionales y otros recursos externos se
activan y llegan después de aproximadamente 72 horas.
La brecha entre las necesidades en comparación con la capacidad existente
es el surge capacity requirido” (Barbisch, Haik, Tessone y Hanfling, 2010, p.
33, el cursivo no es del original).
Barbisch et al. argumentan que siguen existiendo
desafíos por definir con claridad este concepto (Ibíd., p. 35). Parte de este desafío se debe a la diversidad que
podría existir en la demanda: bajo complejidad/alto volumen, alta
complejidad/bajo volumen o alta complejidad/alto volumen (Ibíd., p. 33-34).
Estas demandas pondrán un estrés diferente sobre el sistema de respuesta. El
primero pondrá estrés en las capacidades de triage,
el segundo en los recursos de cuidados críticos, indican Barbisch et al., y en
el tercer escenario (p. ej. una pandemia de influenza) requiere de una
respuesta en varias áreas geográficas a la vez (Ibíd., p. 34). Defienden que lo ideal será contar con un sistema que cuente
con “una capacidad escalable lo cual optimice los resultados en
cualquier escenario dado, sea de duración corta o prolongada”, (Ibíd., p. 35). Esta demanda adicional se puede enfrentar generando
recursos adicionales aplicando estrategias de expansión o conversión (Quesada y
CCSS (2010)). Sugieren Barbisch et al. que se requiere de un enfoque integral, respecto de ambos capability y capacity, en lo que se equilibran los recursos (físicos, humanos e
infraestructurales) dentro de un sistema de gestión que evita puntos críticos de fracaso (Barbisch et al., p. 36). Tal enfoque “construirá resiliencia en el sistema de salud y optimizará
los resultados cuando las necesidades de atención excedan la capacidad de
respuesta” (Ibíd., p. 33). En este
enfoque, el sistema de gestión es el más crítico, dado que surge requiere de un cambio de perspectiva en la gestión y la toma
de decisiones: desde estar enfocado en el mejor resultado para el
individuo, hasta estar orientado en el mejor resultado para la población
(Ibíd., p. 34). Pero el primer enfoque no se traduce fácilmente a la toma
de decisiones basada en el segundo enfoque, argumentan Barbisch et al. (Ibíd., p. 35).
Lo anterior causa desafíos para indicar la capacidad
exacta disponible, dado que hay tanto aspectos aparentes como latentes. Además
está compuesta por 15 capacidades críticas distintas (ver cuadro 2), para lo
cual un fluido trabajo en equipo es crítico, que a su vez se base en las
competencias individuales de cada profesional. Según se desprende de Brewster
(2010, p. 22), las competencias tienen dos componentes, el cognitivo
(conocimientos) y el práctico (habilidades). Después de los correspondientes
trayectos de aprendizaje, estas competencias son puestas a prueba en
simulaciones (ejercicios de mesa) y en los simulacros (ejercicios de campo).
Los ejercicios también, ejercen la capacidad organizativa a nivel grupal o
institucional, primero a escala pequeña, luego a escala más grande.
La responsabilidad de muchas de estas capacidades está
compartida o distribuida[5] entre varios actores
institucionales, dependiendo de la situación (CNE, 2017b).
Cuadro 2. Capacidades críticas de primera respuesta.
Función de Soporte |
Responsabilidades
durante Emergencias |
Capacidades
Críticos Generales |
|
Coordinación Operacional |
Implementar de forma organizada las actividades
críticas de respuesta. |
Información Pública y Alerta Temprana |
Proveer a tiempo y de forma coordinada la
información correcta a la población afectada, al gobierno y a los medios de
comunicación. |
Planificación |
Establecer objetivos y estrategias para la primera
respuesta. |
Capacidades
Críticos de Respuesta |
|
Evaluación Daños y
Necesidades / Primer Impacto |
Recolección, análisis y diseminación de información
respecto al impacto – evaluación de daños y análisis de necesidades (EDAN). |
Búsqueda y Rescate |
Localización, evacuación y extracción de víctimas. |
Combate al Fuego |
Supresión de incendios. |
Comunicaciones Operacionales |
Asegurar las comunicaciones entre los actores de
primera respuesta. |
Logística y Gestión de Suministros |
Localizar, procurar y distribuir recursos y brindar
soporte logística. |
Salud Ambiental: Respuesta y Seguridad |
Asegurar la seguridad de alimentos y del agua
potable, coordinar las acciones inmediatas para contener y remover materiales
peligrosos, informar a las autoridades y el público local sobre riesgos
potenciales y medidas de precaución. |
Salud Pública, Servicios de Salud y Servicio Médico
de Emergencia |
Brindar los servicios médicos de emergencia y
resguardar la salud pública (incluso mediante vigilancia epidemiológico y el
control de vectores), mantener un adecuada ‘stock’ de medicamentos, asistir
en caso de fatalidades masivas y triage. |
Seguridad Pública y Protección en la Escena |
Mantener el orden, asistir en diseminar alertas,
apoyar evacuaciones, proveer comunicaciones para instituciones de respuesta,
detener temporalmente personas de instituciones, proteger los informes e
recursos de las instituciones de primera respuesta. |
Servicios de Fatalidades |
Recuperar los fallecidos y compartir información
para reunificar familias. |
Sistemas de Infraestructura |
Asesorar daños, restaurar y mantener en operación
los servicios críticos. |
Transporte Crítico |
Asesorar daños, restaurar y mantener abierta rutas
críticas de transporte. |
Víctimas Masivas |
Alimentar, albergar, proveer primeros auxilios,
soporte psicológico y social. |
Fuente:
elaboración propia con base en U.S. Dep. of Homeland Security (2016a y 2016b).
En Costa Rica juega un papel clave tanto el Sistema
9-1-1 como la CNE en las comunicaciones entre las instituciones. La CNE tiene
además, un rol de liderazgo en la coordinación operacional y la planificación y
para la alerta temprana, respecto a la información al público. Uno de los
aspectos más complejos es la logística de los recursos y gestión de
suministros, en lo cual la Cruz Roja juega un papel importante
(Batres, com. personal, 13 abril 2017).
Organización del Subsistema de Preparativos
y Respuesta: En Costa Rica la activación de la respuesta en caso de una emergencia o
un desastre ocurre principalmente a través de tres sistemas nacionales de
vigilancia. En el marco del Sistema
Nacional de Gestión de Riesgo (SNGR) la CNE vigila varios factores de
riesgo. Por medio de su central de comunicaciones, que es el enlace entre 530
bases de comunicación, la CNE recibe información tres veces al día sobre la
precipitación, la nubosidad y el flujo en los ríos de 269 puestos de
observación de amenazas (que incluyen comités de Cruz Roja, Comités Municipales
de Emergencias y voluntarios) (CNE, 2017). Además, recibe copia de los informes
del Sistema 9-1-1 respecto a las llamadas de emergencia entrantes.
El Ministerio de Salud opera dos sistemas de detección
(vigilancia), con enfoques distintos pero relacionados entre sí. Por medio del Sistema Nacional de Vigilancia de la Salud
(SNVS) se ejerce la vigilancia sobre los indicadores de salud pública que se reportan
diariamente, semanalmente o trimestralmente. Se enfoca en los proveedores
nacionales de los servicios de salud a la población nacional. En segundo lugar,
dentro el marco de la Regulación
Sanitaria Internacional (RSI) se vigila el tránsito y transporte
internacional (personas, animales, plantas y productos) ingresando al País por
las fronteras terrestres y en otros puntos de entrada como los aeropuertos y
puertos marítimos.
Los tres sistemas de detección están relacionados en
el sentido que dentro el SNGR está representado el Ministerio de Salud, tanto
como actor en la primera respuesta como ente rector en el sector de Salud.
Ambos sistemas de vigilancia de salud (SNVS y RSI) contemplan la notificación a
la CNE si la situación lo requiere. Además, la detección de una necesidad de
intervenir en la salud pública (sistema SNVS) podrá generar una alerta
internacional (sistema RSI) (Salguero, com. personal, 11 agosto 2017).
En otro orden de ideas, los fundamentos legales para
la respuesta se encuentran en la Constitución Política de Costa Rica, la cual
estipula el derecho fundamental a la vida (art. 21) y el derecho de cada
habitante “a la protección de su salud, ambiente, seguridad e intereses
económicos” (art. 46) (Asamblea Nacional Constituyente, 1949). La Ley General
de Administración Pública estipula el deber de todos los entes públicos de
“asegurar su continuidad, su eficiencia, [y] su adaptación a todo cambio en el
régimen legal o en la necesidad social que satisfacen (...)” (art. 4) (Ley
6227, 1978). Además, la Ley Nacional de Emergencias y Prevención del Riesgo
define para la gestión ordinaria de todas las instituciones la “responsabilidad
del Estado costarricense [de] prevenir los desastres; por ello, todas las
instituciones estarán obligadas a considerar en sus programas los conceptos de
riesgo y desastre” (art. 25) (Ley 8488, 2006). Esta obligación existe tanto a
nivel nacional como local (municipal).
Según expone Picado, en caso de una emergencia
declarada por el Presidente de la República de Costa Rica, se aplicará un
régimen de excepción (Ley 8488, 2006). Este régimen implica que la CNE adquiere
la autorización de usar fondos públicos para la atención de la emergencia
declarada, proporcionales con la magnitud de los daños y con un nexo causal con
el evento (CNE y Picado, 2014, p. 8), y queda autorizado “todo acto
administrativo” (Ibíd., p. 2-3) para salvar vidas, proteger los derechos,
bienes y medios de subsistencia de la población en el territorio nacional.
Sostiene Picado que las decisiones y acciones de Primera Respuesta pueden tomar
la forma que se estime necesaria y hasta incluso implicar “el quebranto del
régimen social de derecho; es decir, la posibilidad de limitar o desconocer
temporalmente (...) garantías individuales y sociales” (ibíd. p. 2), dado que
se enfrenta a “una situación de peligro para un bien jurídico, que solo puede
salvarse mediante la violación de otro bien jurídico” (Sala Constitucional:
1992, citado en: ibíd. p. 2). En este orden de ideas para la respuesta
inmediata el COE podría disponer – en principio – de cualquier recurso en el
País, aún si no fuera del Estado, sujeta a una justificación apropiada y una
indemnización posterior, conforme a derecho.
Sostiene Picado además, que hasta el momento en que la
CNE recomiende el cese del estado de emergencia (CNE y Picado, 2014, p. 11) la
CNE tendrá el mando único para la atención de la emergencia declarada (Ibíd. p.
4). El mando técnico-operacional compete al Centro de Operaciones de Emergencia
(COE), más precisamente al “COE básico”[6] (ver cuadro 3), que según
indica el Manual de COE (MACOE) vigente es conformado por los representantes de
10 instituciones de Primera Respuesta[7] (CNE, 2001, p. 5), aunque
en la práctica opera en otra configuración, incluyendo al Organismo de Investigación
Judicial (OIJ) en el COE básico e identificando un grupo de ‘’líneas vitales’’
que incluye al Ministerio de Salud, el AyA y el MOPT, entre otras instituciones
(Picado, com. personal, 27 sep. 2017). El núcleo de la Primera Respuesta es
conformado por las siguientes instituciones: los Bomberos, la Cruz Roja, los
cuerpos policiales y la CNE (Picado, com. personal, 22 marzo 2018).
El objetivo del COE es integrar y maximizar la
eficiencia y eficacia en la coordinación del potencial institucional de generar
una atención inmediata (ibíd., p. 4), i.e. la Respuesta. La activación del COE
requiere un tiempo (entre 1 y 4 horas) que se ajuste al nivel de urgencia y al
tipo de evento (súbito o progresivo). Las actividades de Primera Respuesta se
inician en el momento de recibir alerta sobre un evento u evento potencial y
terminan hasta que se logre controlar definitivamente la situación. El COE
define las acciones pertinentes y las somete para su aprobación a la Junta
Directiva de la CNE. Una vez aprobadas serán ejecutadas en la vía
correspondiente: las decisiones políticas-estratégicas se ejecutan en este
nivel, y las decisiones operacionales son ejecutadas por las instituciones
dentro sus propias cadenas de mando y estructuras institucionales.
Si la magnitud de la emergencia no requiere una
declaración por el Presidente a nivel nacional será el Comité Municipal de
Emergencia al cual corresponde la organización de la respuesta a nivel local,
bajo una figura ‘espejo’ del COE, que es el Centro de Comando de Operaciones
(CCO). A nivel local figuran los mismos actores, pero también, podría darse la
inclusión de otras instituciones como la Policía Municipal. Dependiendo el tipo de desastre, será diferente la institución que tendrá
la responsabilidad de liderar mientras otras asumirán un rol de soporte o de
apoyo si fuera solicitado. Estos roles se definen en la matriz de
responsabilidades con base en lo cual se activa la respuesta.
Cuadro 3. Instituciones de primera respuesta, departamentos y representantes.
Institución de
Primera Respuesta |
Departamento de Enlace |
Miembro COE (suplente) |
Comisión
Nacional de Prevención de Riesgos y Atención de Emergencias CNE) |
Dirección de Gestión de Riesgo (DGR) |
S. Vallejos M.Sc. (presidenta COE) S. Pérez (jefe Operaciones) |
Benemérito Cuerpo de Bomberos |
Dirección de Operaciones |
Coronel L. Salas (tnte.col. J. Castro) |
Benemérita
Cruz Roja Costarricense |
Dirección Nacional de Gestión de Riesgo (DINAGER) |
Dr. E. Acosta (J. Batres, paramédico) |
Min. de
Seguridad Pública |
Dirección de Operaciones de la Fuerza Pública |
Comisionado Lic. M. Alvarado (Comandante Y. Noguera) |
Min. de Obras
Públicas y Transporte (MOPT) |
Dirección General de Tránsito (Policía de Tránsito) |
Lic. M. Calderón (Licda. S. Monge) |
Instituto
Costarricense de Acueductos y Alcantarillados (AyA) |
Comisión Ejecutivo Atención Emergencias y Desastres
(CEAED) / Subgerencia Ambiente, Investigación y Desarrollo |
Lic. F. Vargas (Ing. A. Saénz M.Sc.) |
Caja
Costarricense de Seguro Social (CCSS) |
Centro de Atención a Emergencias y Desastres (CAED) |
Dr. D. Quesada (nombramiento pendiente) |
Min. de Salud |
Oficina Gestión de Riesgo y Preparativos para
Emergencias y Desastres |
Ing. G. Meneses M.Sc. (Lic. J. Mena M.Sc.) |
Min. de Obras Públicas y Transporte (MOPT) |
Dirección de Atención a Emergencias y Desastres
(DAED) |
Lic. D. Meléndez (Bach. J. Calderón) |
Sistema 9-1-1 |
Dirección Operativo |
Licda. G. Mejía M.Sc. (J. Hidalgo, paramédico) |
Fuente:
elaboración propia con base en documentación
facilitada por la CNE.
Resultados
Recursos de Primera Respuesta: Lo anterior brinda parte de la respuesta a la pregunta: ¿cómo está
organizado el sistema de respuesta en Costa Rica? Para llegar a una contestación más completa podríamos observar el
inventario de los recursos institucionales de respuesta (ver cuadro 4). Este resumen proporciona una herramienta que ayuda a formar un "mapa
mental" del panorama sobre el potencial de respuesta a nivel nacional. Sin embargo, consideramos igual que Jackson que es un error pensar que
la capacidad nacional de respuesta se defina solamente por los recursos y
actividades que están más visibles y/o sean más fácilmente contables (Ibíd., p.
vii). Aunque es importante conocer los inputs del sistema, como también, lo
sostiene Jackson, estos inputs no informan sobre, ni garantizan, el output (el
desempeño sistémico real). Será importante considerar que la capacidad de
respuesta sea determinada parcialmente por factores como el nivel de
preparación y la capacidad organizativa (Ibíd., p. vii), aspectos más allá de
las evidentes limitaciones del cuadro 4, como en parte vimos anteriormente:
1. En la práctica no estaría disponible la totalidad de los recursos
institucionales nacionales, sino la proporción que no está siendo ocupada para
la atención regular;
2. Un desastre podría dañar o de otra forma rendir inoperable cierta parte
de los recursos de respuesta, disminuyendo la capacidad de respuesta
disponible;
3. La capacidad nacional de respuesta parcialmente es constituida por surge capacity, no reflejada en el
resumen dado;
4. No se contempló la capacidad de respuesta que podrá ser generada por el
Sector Privado o desde el extranjero.
Jackson argumenta enseguida que al debate
público-político le faltan los criterios y la información adecuada para juzgar
la fiabilidad sistémica a nivel macro, elementos necesarios para poder
determinar, anterior al momento en que se
requiere el desempeño fiable, qué tan fiable será. Según Jackson esto
implica no solo conocer el sistema sino saber en detalle qué factores determinan su desempeño (Ibíd., p. vii),
saber cómo medir con precisión y de forma objetiva, decidir qué criterios se
deben aplicar, y aún anterior a esto: resolver el problema de definir los
criterios para poder determinar, entre otros, qué inversión brindará el mayor
rendimiento y qué medida de mejora tendrá el mayor beneficio para el desempeño
del sistema (ibíd., p. viii).
Será importante tomar en cuenta cuando se definan
estos criterios lo indicado por Barbisch et al. (2010): surge requiere de un cambio de perspectiva en la gestión, hacia estar enfocado en el mejor resultado para la población, lo que potencialmente implica que los criterios para juzgar si el sistema de
respuesta está suficientemente y correctamente preparado no coinciden un cien
por ciento en los criterios para la administración pública en términos
ordinarios.
Estos últimos se enfocan en gran
parte en la eficiencia de la gestión lo que desfavorece un sistema de respuesta
que cuenta con los recursos y la redundancia necesaria
para ser altamente fiable, en toda circunstancia. Es evidente también que el
tipo y el lugar del desastre son factores que influyen en qué nivel de
respuesta realmente se podrá materializar con los recursos disponibles. Algunos
ejemplos:
a) Para hacer frente al escenario de que se hunda un crucero – a cierta
distancia de la costa – con 2.000 personas a bordo, o que se hunda un barco
transportador de químicos vertiendo su carga en el medio ambiente el país
simplemente no cuenta con los recursos necesarios, según opina el COE (ambos
escenarios con muy alto nivel de acuerdo).
b) Para responder adecuadamente a una caída de un avión de pasajeros que
resulta en 100 o más personas con heridas graves, múltiples estructuras
colapsadas e incendios por combustible para aviones, no habrá los recursos si
ocurre en Liberia (alto nivel de acuerdo) pero probablemente sí habrá los
recursos adecuados dentro el Gran Área Metropolitana, según indicaron los
encuestados (nivel de acuerdo: mixto).
Sin embargo, responder satisfactoriamente a la
pregunta: ¿cómo debe ser la capacidad del sistema de respuesta a desastres en
Costa Rica?, si seguimos la argumentación de Jackson, implica tener la
capacidad de tomar decisiones político-estratégicos prospectivas debidamente fundamentadas relacionadas a expectativas
razonables y sostenibles en el público (ibíd., p. 2).
Cuadro 4. Recursos Institucionales de Primera Respuesta en Costa Rica según Tipo
(tipo A / 1 = de mayor capacidad).
Institución |
Infraestructura / Organización |
Recursos Humanos (1ra línea) |
Recursos Físicos |
||||||
Tipo |
No |
Clase |
Tipo |
No |
Clase |
Tipo |
No |
Clase |
|
CNE |
CCO |
1 1 3 |
Distribución Nacional Centro Operaciones Emergencias Centro de Comunicaciones (24/7) Principios de Organización Red radiográfico: 1) de 55 centros médicos 2) de 206 Comités de Emergencia y radios Institucionales 3) de 269 puestos de vigilancia |
COMS ENLACE GEOG GEOL |
8 10 5 4 |
Operador de comunicación (2 turnos) Oficial de Enlace Geógrafo Geólogo |
1 2 3 3 1 1 2 |
1 10 2 2 1 3 10 |
Operacional Unidad de Comunicaciones Móvil Lancha Cámara (observan deslizamientos) Drone Soporte Buseta Camión Vehículo de Apoyo |
Bomberos * Estimación |
CCO AA A B C Naval Acad. |
1 2 16 17 41 1 1 12 3 |
Distribución Nacional Centro de Operaciones F5 (24/7) Estación AA en desarrollo: Metropolitana Sur/Norte (2018) Estación tipo A (≥ 8 bomberos) Estación tipo B (≥ 6 bomberos) Estación tipo C (≥ 3 bomberos) Estación naval (tipo C) Academia (con Torre de Rescate única en su clase en América Central y
el Caribe) Principios de Organización Batallón Anillo: 1) San José 2) resto Gran Área Metropolitana 3) resto del país |
BOMP BOMV BOMS TEM TMAPEL USAR-CR
BAFOR |
700 1200 400 30 6 120* 3 |
Bomberos permanentes (2 turnos) – son Asistentes en Primeros Auxilios Avanzadas (APAA) y
capacitados en Soporte Básico de Vida Bomberos voluntarios Personal de soporte Entre ellos: Paramédicos (TEM) Técnico Material Peligroso (2 turnos) Equipo Interinstitucional Urban Search and Rescue (en formación) (2
turnos) Brigada de Apoyo para Incendio Forestal (15 bomberos cada una) |
1 1 2 3 4 5 1 1 1 1 1,2,3 1 1 1 2 3 |
10 15 110 10 24 4 2 2 3 2 115 4 3 2 4 3 |
Combate Incendios Extintor de Aeropuerto Extintor Tanquero Extintor (urbano/forestal) Extintor de Primera Intervención Ataque Rápido Moto Extintor Embarcación (Extintor/Rescate) Plataforma Paramédico y de Rescate Rescate Ambulancia Soporte Avanzada Soporte Vehículo de Apoyo Cisterna Unidad Matpel (B-Q-R) Vehículo (de recarga) ARAC Bote (con carreta) Drone |
Cruz Roja * Cruzrojista permanentes
- cantidad paramédicos
voluntarios desconocido |
CCO A B C D |
1 9 28 16 78 5 9 |
Distribución Nacional DINAGER Centro de Comunicaciones (24/7) Comité en zona urbana (densidad poblacional 500 a 7200/km2 promedio en
el cantón) Comité en zona semi-urbana Comité en zona rural (densidad poblacional cantonal ≤ 250/km2) Puesto de Despacho Principio de Organización Región (con 9 – 22 comités) |
CRP CRV COMS TEM APA USAR-CR UPI |
1229 5685 76 44* 3874 66 2 |
Cruzrojista permanente Cruzrojista voluntario Entre ellos: Operador de comunicación (2 turnos) Paramédicos (TEM) Asistente Primeros Auxilios Eq. Interinstit.Urban Search and Rescue (en formación) Ud. Primera Intervención - Búsq. Rescate Acuático
Montaña/Vehicular/Vertical |
1 2 1 1 1 1,2,3 3 2,3 1 1 |
22 519 24 17 7 56 26 13 1 1 |
Paramédico y de Rescate Ambulancia tipo A (avanzada) Ambulancia tipo C (básico) Unidad Rural Unidad Rescate Unidad Paramédica Soporte Vehículo de Apoyo Moto/Cuadriciclo Lancha/Moto Acuático Unidad de Comunicaciones Móvil Unidad Logística (remolque) |
Fuerza Pública * Mínimo (estimación) |
CCO A,B,C A,B A,B,C A,B Acad. |
1 1 96 8 4 5 1 12 |
Distribución Nacional Dirección de Operaciones Centro de Comunicaciones (24/7) Delegación Fuerza Pública (FP) Delegación Guardacostas (GC) Delegación Vigilancia Aérea (VA) Delegación Fronteriza (F) Escuela Nacional de Policía (La Rita de
Pococí) Principio de Organización Región |
PFP PGC PVA PF SARM UE’s |
14119 500* 540* 450* n.d. n.d. |
Policía Fuerza Pública Policía Guardacostas Policía Vigilancia Aérea Policía Fronteriza Entre ellos: Equipo de Búsqueda y Rescate Marítima Unidades Especiales: canina, explosivas, anti-terrorismo, montada y
otras |
1 2 2 3 1 1 1 1 2 |
7 1 6 16 9* 3 1 650* 450* |
Costera y Fluvial Barco GC (65/82/110 pies) Lancha GC alta velocidad Lancha Patrulla Fluvial (F) Lancha (GC) Aérea Avioneta (VA) (varios tipos) Helicóptero (VA) (2 tipos) Terrestre / Soporte Vehículo de Asalto Blindado Vehículo de Patrulla Moto de Patrulla/Cuadriciclo |
Policía de Tránsito * Mínimo (estimación) |
CCO A,B,C |
1 6 32 6 |
Distribución Nacional Dirección de Operaciones Centro de Comunicaciones Base Policía de Tránsito (24/7) Principio de Organización Región |
PT COMS PTV |
774 33 11 |
Policía de Tránsito (3 turnos) Entre ellos: Operador de comunicación Policía Voluntario |
1 1 |
300* 200* |
Operacional Moto Vehículo (varios tipos) |
AyA * Mínimo (estimación) |
CCO LABA |
1 1 60* 6 |
Distribución Nacional CEAED (sala de situación) Laboratorio Nacional de Aguas Plantel Principio de Organización Región |
CUADA EEBD |
120* 12* |
Cuadrilla de Respuesta del AyA Equipo de Especialistas en equipo de Bombeo y Desinfección |
1 1 1 |
120* 14 n.d. |
Operacional Vehículo Técnico Cisterna Maquina de lavado |
CCSS * Estimación ** de Niños, Mujer,
trauma/ rehabilitación, geriátrico, dos siquiátricos |
CCO LABN LABH BSAN ALM A B C D E |
1 1 29 30 3 9 20 6 104 1040 3 3 |
Distribución Nacional CAED Laboratorio Nacional (enlace CDC) Laboratorio Hospitalario Banco (Nacional) de Sangre Almacén (medicamentos/insumos) Hospital: 3 General, 6 Especial.** Hospital: 7 Regional, 13
Periférico CAIS (AS con capacidad ampliada) Área de Salud (AS) EBAIS Principios de Organización Red (Este, Sur, Noroeste) Nivel de Atención (nivel I, II, III) |
EMER MCRIT CIRU ANEST EMT1
|
69 37 256 300* 1 |
Emergenciólogo (ejerciendo en el país) Especialista Medicina Critica (UCI) (ídem) Cirujano General (ídem) Soporte Anestesiólogos (activos en el país) Equipo médico (20 pers.) que podrá desplegar la Ud. Medica Móvil en 24
horas en cualquier parte del país |
1 2 3 1 1 1 1 2 1 |
23 4 108 175* 400* 150* 28 5642 1 |
Con Ubicación Fijo Emergencia Hospital ó CAIS (con emergenciólogo) Emergencia Hospital (médico gen.) Emergencia AS/CAIS(médico gen.) Quirófanos (país) Cama en Emergencias Cama en Cuidados Intensivos Cama en Ud. Quemaduras Cama Hospitalaria (país) Móvil Unidad Medica Móvil nivel I (único certificado en región Latina) con 6
tiendas (+2 salas quirúrg. en 2018) |
Min. de Salud * Estimación |
CCO CCO CCO |
1 1 1 9 11* |
Distribución Nacional Oficina de Gestión de Riesgos Dirección Vigilancia Salud (SNVS) Centro Nacional de Enlace RSI Principios de Organización Área Rector de Salud (SNVS/RSI) Punto de Entrada al país (RSI) |
EPID ERR |
60* Ad hoc |
Epidemiólogo (médicos y no-médicos, ejerciendo) Equipos Respuesta Rápida: Técnicos de Vigilancia, Enfermedad Respiratoria
/ Infecciosa / Animal, Vectores, Químico / Radiológico |
|
|
Soporte Se maneja la flotilla de vehículos a nivel del Ministerio |
MOPT |
CCO CCO |
1 1 19 6 3 10 |
Distribución Nacional DAED CND (derrames hidrocarburos) Plantel Capitanía de Puerto Sede Transporte Aérea Principio de Organización Región (área terrestre) |
CUADM ERDQM |
Ad hoc Ad hoc |
Cuadrilla de Respuesta del MOPT Equipo de respuesta para derrames de químicos en el mar |
1 1,2 1,2 1 |
40 14 159 11 - |
Terrestre Tractor Oruga Pala (2 tipos) Camión (12m3) ó Vagoneta (5m3) Camión con Plataforma Marítimo Compete a los administrados de puertos tener recurso de respuesta |
Sistema 9.1.1. |
CCO |
1 1 - |
Distribución Nacional Dirección Operativa Central Telefónica 9.1.1. (24/7) Principios de Organización Cobertura nacional |
COMS |
117 |
Operador de comunicación (6 turnos con traslapo) |
|
|
Soporte Sistema de Comunicación e Información avanzada |
Fuente: Elaboración propia, con base en Araya (2014), Arias (2017), Arguedas
(2015), AyA (2013), Brenes (2016), Bomberos (2012), CNE (2017), Cruz Roja
(2017), Globalsecurity (2017a/b), MSP (2017), Montero/CCSS (2017), MOPT (2016),
MOPT/MINAE (2016), López (2017), Presidencia (2017), Sequeira (2014), Solano
(2016) y com. personales.
Para ponderar oportunamente la configuración y la
fiabilidad deseada del sistema de respuesta a desastres nacionales no solo se
ocupa realizar un diagnóstico mucho más detallado a nivel macro (sistémico),
pero también, indagar sobre los factores que determinan el desempeño a niveles
meso (grupo) y micro (individual), porque los conocimientos, experiencias y
habilidades que se aporten (micro) y el trabajo en equipo que se realice
(meso), en última instancia determinan el desempeño organizacional del sistema.
Desde el punto de vista de los respondedores y los
líderes de la respuesta, defienden King, Larkin, Fowler, Downs y North (2016),
estás habilidades –que son cruciales para el buen desarrollo de la capacidad de
respuesta –, incluyen el conocimiento y las habilidades del Sistema Comando
Incidentes (SCI), las habilidades interpersonales y la capacidad de trabajar en
equipo. La capacidad de improvisación también es importante para hacer frente a
situaciones adversas, porque aumenta la capacidad “de recombinar acciones ya
parte de su repertorio en combinaciones nuevas” (Weick, Sutcliffe y Obstfeld
(1999), p. 97).
Los miembros del COE afirman, prácticamente de forma
unánime, la importancia de estos factores (ver cuadro 5). En luz de lo anterior
también, afirman en gran mayoría (respuesta mixta, pero con muy alto nivel de
acuerdo) que están transfiriendo de forma proactiva sus conocimientos a otra(s)
persona(s) y que estos aspectos en grados variados se traducen en metas de
capacitación para la organización.
Organizaciones de Alta Fiabilidad: Si bien las múltiples instituciones de primera respuesta se distinguen entre
sí en cuanto a las funciones que cumplen, también, se podrían considerar – por
lo menos con respecto a los departamentos y equipos que se involucran
directamente en la primera respuesta – como variantes de un solo tipo de organización, Organizaciones de
Alta Fiabilidad (HRO’s), según argumentan varios autores (Weick
[8] y Sutcliffe[9] 2015, 2005;
Sutcliffe, 2012; Sutcliffe y Vogus, 2003; Weick, Sutcliffe y Obstfeld, 1999,
Weick, 1988). Los HRO’s se enfocan en una alta fiabilidad de sus
procesos de organización y sus resultados. Así los autores sostienen que los
equipos de comando incidentes, equipos médicos en salas de emergencias y en
quirófanos, y los equipos de bomberos (forestales) por ejemplo, comparten
características entre sí y con otros equipos, como aquellos que se ocupan de
las operaciones en plantas nucleares, el control de aviación civil y en las
plataformas petroleras marítimas.
Cuadro 5. Habilidades Cruciales para un Buen Desarrollo de la Capacidad de
Respuesta.
Nivel de Acuerdo |
Acuerdo (meta es más capacitación) |
Habilidades cruciales para un buen desarrollo de la capacidad de
respuesta |
|||
Total |
N.D. |
·
Correcta
ejecución del rol que tiene cada persona |
|
||
Muy Alto |
Total |
·
Capacidad de
trabajar en equipos multidisciplinarios |
|
||
Muy Alto |
·
Habilidades
interpersonales y de comunicación |
|
|||
Mixto |
·
Capacidad de
improvisación |
|
|||
|
·
Habilidades
de resolver problemas y tomar decisiones |
|
|||
n.d. |
·
Capacidades
cognitivas |
|
|||
Mixto |
Mixto |
·
Conocimiento y
habilidades Sistema Comando Incidentes. |
|
||
Fuente:
elaboración propia.
Proponen Weick y Sutcliffe que partimos de la idea que
a nivel micro la percepción y la concepción son interdependientes (Weick y Sutcliffe,
2015). Sin el relleno de la experiencia los conceptos quedan vacíos y sin
conceptos la experiencia queda ciega. Si no tenemos concepciones a aplicar a
las experiencias se percibe solamente un flux o “flujo de situaciones fluidas
que pasan frente de uno, sin etiquetas” (Ibíd., p. 16). Sostienen que la
capacidad humana de responder apropiadamente a una situación se fundamenta en
esencia en la habilidad de separar los elementos de relevancia del contexto (la
totalidad) que se percibe, el mencionado flux o “flujo”. Lo que importa son los
conceptos que aplicaremos y la forma en que se haga. Esta separación de
elementos del contexto, su condensación y substitución (de las experiencias)
por conceptos y el lenguaje permiten llegar a tomar las decisiones que parecen
oportunas para guiar esas acciones. Si se cambian las concepciones se cambiará
la capacidad de funcionar bajo condiciones no-evidentes, según Weick y
Sutcliffe (Ibíd., p. 3).
Al nivel del grupo organizar fundamentalmente es
coordinar (Ibíd., p. 16). El proceso de organizar crea “la organización” con
base en generalizaciones, comprensión retrospectiva y la conversión de
conocimientos adquiridos por experiencias propias en conocimientos compartidos
mediante descripciones (Ibíd., p. 152). En este proceso organizacional se
encuentra la restricción de la capacidad de compartir (the shareability
constraint) que indica que en compartir las descripciones (socialmente) es
inevitable que se pierden detalles (Irwin, citado en: ibíd., p. 151). Esta
pérdida de información, según Irwin, es resultado de una “condensación activa”,
lo cual según Weick y Sutcliffe es un determinante importante de la fiabilidad
del proceso de organización (Ibíd., p. 151) al nivel meso.
Defienden Weick y Sutcliffe que existe una forma de
organizarse que fomenta la capacidad de comprender en detalle las emergentes
amenazas a la estabilidad dinámica y continuidad de la organización, y entender
los factores que podrían interferir con esta comprensión, lo que llaman
“mindful organizing” (Ibíd., p. 150). Esta forma de “organizarse
conscientemente” involucra 5 áreas de enfoque: preocupación por el fracaso,
resistencia a simplificar, sensibilidad a las operaciones, fomentar la
resiliencia, y deferencia a la experticia. Estos cinco enfoques conforman un
“paquete” de capacidades que ayudan a poner límites alrededor eventos
(potencialmente) desastrosos, entendiendo “destastroso” en el presente contexto
como fallar en generar una respuesta adecuada ante un desastre de origen
natural, tecnológico o antropogénico. Si uno sabe “qué vigilar” y “cómo mirar”
las sorpresas serán manejables más fácilmente (Ibíd., p. 16). Los cinco
principios conforman una matriz, pero no implican que todos los contextos
organizacionales se coordinen de forma idéntica (por ejemplo: los equipos de la
Cruz Roja, los Bomberos o el COE tienen su propia forma de organización): la
variedad dentro los patrones son personalizaciones que producen prácticas
significativas sin comprometer la capacidad adaptiva generada por el patrón (Ibid.,
p. 2).
Indican Weick y Sutcliffe que “una buena gestión con
vista en lo inesperado es organizarse conscientemente” (Ibíd., p. 18). Si se
organiza diariamente alrededor de los cinco enfoques, lo que requiere un
considerable esfuerzo y compromiso, se podría sostener el nivel de desempeño
organizacional en caso de impacto (Ibid., p. vii), es decir: lograr un
desempeño fiable (Ibíd., p. 2).
“Hay que reconocer pequeños fallos (el principio de la
preocupación por el fracaso), y su carácter distintivo debe ser retenido en
lugar de ser perdido en una categoría (resistencia a simplificar). Se necesita
que la gente permanezca al tanto de las operaciones en curso si quieren ser
capaces de notar matices que podrían ser síntomas de fracaso (sensibilidad a las
operaciones). La atención también, es crucial para localizar vías de
recuperación (compromiso con la resiliencia) y para saber cómo implementar esas
vías (deferencia a la experticia). Frente a tales demandas, las organizaciones
conscientes dedican más tiempo que otros organizaciones al examinar el fracaso
como una ventana hacia la salud del sistema, resistiendo el impulso de
simplificar los supuestos sobre el mundo, observando las operaciones y sus
efectos, desarrollando la resiliencia para gestionar eventos inesperados e
identificar expertos locales, creando un clima de deferencia hacia ellos.”
(Weick y Sutcliffe, 2015, p. 150)
Preocupación por el Fracaso: El primer distintivo de los HRO’s, sostienen Weick y Sutcliffe, es que los
errores que ocurren en ellos no resultan en el fracaso de la organización
(Ibíd., p. 12) o del equipo. Esta característica no es equivalente a decir que
los HRO’s pretenden estar libres de errores, ni que persiguen esta finalidad: "El error humano no es una categoría distinta del desempeño humano
(…)" (Cook and Woods, citado en: ibíd., p. 148) y por ende
podría ocurrir en cualquier actividad organizacional. Pero los HRO’s sí
mantienen un alto nivel de atención a las posibles causas del potencial fallo del
sistema. Y el hecho que fue evitado un fallo no se percibe como un éxito
(no-evento o “desastre” prevenido) sino como el descubrimiento de una amenaza
(Ibíd., p. 10) para la buena función y la salud del sistema (Ibíd., p. 150),
como señal débil (Ibíd., p. 46) que existe una vulnerabilidad en ella (Ibíd.,
p. 161), como una oportunidad de aprender (Ibíd., p. 12) y una razón de
intervenir o cambiar mientras el ajuste temprano que se requiere sea pequeño
(Ibíd., p. 3). Los miembros del COE claramente comparten este concepto,
indicando en gran mayoría que su propia institución mantiene un alto nivel de
compromiso con el aprendizaje respecto a las modalidades en cómo el sistema
podrá ser afectado por los (casi) errores y fallos. Esto se refleja en la cultura organizacional que facilita que
se reporten e investiguen los fallos
o (casi) errores para mejorar los procedimientos y se evidencia en que la
organización conoce los puntos
críticos sistémicos y las vulnerabilidades. Sin embargo, respecto al
funcionamiento del COE las opiniones de sus miembros son mixtas.
Resistencia a simplificar: Otro aspecto de los HRO’s es que mantienen un alto nivel de complejidad
(con más detalles y menos simplificaciones) en sus creencias sobre el mundo y
sus amenazas, con menor finalidad y más revisión periódica (Ibíd., p. 19).
Weick y Sutcliffe defienden que esto aumenta la capacidad de mitigar sorpresas
o evitar la escalada de eventos y depende de la variedad existente en percibir
y reaccionar. Esto parece concordar con el nivel de detalle que reportan los
miembros del COE en sus percepciones, respecto a los riesgos de desastre
relacionados al cambio climático que se podrán considerar especialmente
relevantes para Costa Rica (ver cuadro 6) (IPCC: 2012, 2014), tanto respecto a
otros tipos de amenazas que existen en el País (ver cuadro 7), adaptado de
Markus (2017). Relacionado con lo anterior los miembros del COE notan una
creciente demanda para las capacidades de respuesta en consecuencia de varios
factores que aumentan la complejidad del entorno en que operan (ver cuadro 8),
entre ellos, crecientes demandas políticas y sociales (Oficina de las Naciones
Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNISDR), (2015)).
Cuadro 6. Riesgos a desastres en Costa Rica relacionados al cambio climático.
Nivel de Acuerdo |
Riesgos a desastre en Costa Rica relacionado al cambio climático |
Muy Alto |
·
Ciclones
tropicales con mayor velocidad máximo del viento |
·
Impacto de la
oleada de ciclones tropicales (por creciente nivel Mar y mayor velocidad máx.
viento) |
|
·
Lluvias
intensas más frecuentes |
|
·
Olas de calor
más frecuentes |
|
Alto |
·
Menor calidad
y cantidad de producción alimentaria |
Mixto |
·
Escases de
agua potable |
·
Propagación de
enfermedades por vectores |
|
·
Sequias
intensas más frecuentes |
Fuente:
elaboración propia.
Cuadro 7. Amenazas en Costa Rica.
Nivel de Acuerdo |
Amenazas en Costa Rica |
Total |
·
Eventos
hidrometeorológicos |
·
Eventos
sísmicos |
|
Muy Alto |
·
Afectación por
el cambio climático (ej. patología nueva, vectores, incendios forestales) |
·
Eventos
tecnológicos graves (caída avión, accidente industrial, hundimiento crucero) |
|
·
Eventos
volcánicos de gran magnitud ·
Pandemia
grave |
|
·
Prolongada
interrupción de servicios (ej. agua, electricidad, internet, administración
pública, servicios hospitalarios, sistema bancario) |
|
·
Transporte de
hidrocarburos |
|
·
Uso de
pesticidas |
|
Alto |
·
Eventos
tecnológicos / impacto ambiental grave |
Mixto |
·
Eventos antropogénicos
(ej. terrorismo, ataque cibernético) |
Fuente: elaboración propia.
Otra forma de ver este aspecto es con base en el
concepto de la complejidad requisito: “la
disposición de un sistema a tomar conciencia de los problemas está asociada con su capacidad para actuar sobre ellos” (Westrum, citado en: Weick y Sutcliffe, (2015), p. 66). Responder
exitosamente a una situación compleja en que sucede una gran variedad de
dinámicas requiere de una gran variedad de sensores y respuestas (Ibíd., p.
66). Concordamos con Weick y Sutcliffe que un equipo constituido por miembros con diferentes antecedentes funcionales[10]
constituye en potencia un mejor mecanismo para la detección de estos problemas
y soluciones, suponiendo que se cuenta a la vez, con la forma de organizar la habilidad de dudar, fomentando el espíritu de contradicción
(Ibíd., p. 52). Esto implica que se balancea la aplicación de conocimientos
previos con la búsqueda de señales débiles de perspectivas alternativas en un ambiente que promueve la expresión de
estas perspectivas y su deliberación. Las opiniones de los miembros del COE son
mixtas al respecto.
Cuadro 8. Causas de la creciente demanda para las capacidades de respuesta.
Nivel de Acuerdo |
Causa de la creciente demanda para las capacidades de respuesta |
|
Total |
·
Crecimiento
demográfico |
|
Muy Alto |
·
Creciente
‘demanda social’ – la ciudadanía cada vez es más exigente sobre al actuar de
la organización |
|
|
·
Crecientes
vulnerabilidades de la población: por ejemplo por crecientes
asentimientos informales en zonas de riesgos |
|
·
Desarrollo
tecnológico: más actividad productiva intrínsecamente riesgosa dentro/ cerca
de zonas pobladas |
|
|
Alto |
·
Creciente
‘demanda política’ – la política que cada vez es más exigente sobre el actuar
de la organización |
|
Mixto |
·
Más torres
residenciales en el Gran Área Metropolitana |
|
·
Migración por
el cambio climático y ‘refugiados’ climáticos |
|
|
·
Terrorismo
internacional |
|
Fuente:
elaboración propia.
Sensibilidad a las Operaciones: Los HRO’s también, están de forma continua altamente enfocados en lo que
realmente están haciendo operativamente, independiente de intenciones, diseños
o planes (Ibíd., p. 10). Con respecto a esto, los miembros del COE están
unánimes en su opinión que un mayor control y visibilidad sobre el panorama
logístico común en tiempo real beneficiará la capacidad de primera respuesta
(total acuerdo). Pero las opiniones están mixtas sobre la forma en que se están
implementando las Tecnologías de Información que deberían potenciar este apoyo
en la fase aguda de Primera Respuesta.
Mantener sensibilidad en las operaciones requiere que
para todos resulte claro cuál es el objetivo final y cómo encaja el rol de cada quien con las labores de los demás.
Además, implica que en la organización se busque continuamente la retroalimentación sobre cosas que no van
como deberían. En la organización se monitorean de forma continua las cargas operacionales y las necesidades
de recursos adicionales.
Con respecto a estos aspectos las opiniones del COE son mixtas.
La evaluación de las capacidades operativas en
términos de eficiencia y eficacia (ver cuadro 9) muestra por ejemplo que el proceso
de respuesta en caso de terrorismo (escenario de un tirador activo) y a menor
medida en caso de explosivos sin detonar son valorados como los más débiles
(respuestas mixtas). Esto parece estar asociado con lo señalado por los
encuestados que no es totalmente claro quién tendrá el mando en la escena en
estos casos (respuestas mixtas), lo que podrá indicar que haya una falta de
conocimiento de los procedimientos existentes o que haya una ausencia de
procedimientos al respecto.
Fomentar la Resiliencia: HRO’s fomentan su capacidad intrínseca de mantener o recuperar un estado
dinámico estable de organización, que permita la continuación de operaciones
después de un impacto mayor o la presencia continuada de un estrés sobre ella
(Hollnagel, citado en: ibíd., p. 12). Argumentan Weick y Sutcliffe que la
resiliencia organizacional se construye, mantiene y amplía de forma proactiva y
continua, por ejemplo, mediante a) la ampliación de las habilidades de sus
miembros, continuamente dedicando recursos para entrenar y re-entrenarles en
temas generales y en aspectos de sus áreas de especialización, b) el fomento de
la capacidad de aplicar el conocimiento en formas nuevas y aprender de las
lecciones del pasado, y c) fomentando una cultura en que cada uno cuente con el
soporte de los compañeros (Ibíd., p. 109). Respecto de estos aspectos, existen
oportunidades de mejora, según sugiera la gama de respuestas de los miembros
del COE, entre total desacuerdo y total acuerdo.
Experticia: El quinto aspecto de los HRO’s, sostienen
Weick y Sutcliffe se relaciona a la toma de decisiones. Los HRO’s demuestran
una flexibilidad organizacional en el sentido que se permite el flujo de los
problemas hacia los expertos y la toma de decisiones por parte de ellos,
independiente de su rango o nivel en la estructura organizacional (Ibíd., p.
14). El sistema (de respuesta) cumple con este enfoque en por lo menos dos
sentidos: el COE es el grupo de expertos a quienes se recurre en caso de
desastre o emergencia para la coordinación de la respuesta; además, el COE
básico podrá ser ampliado con otros expertos temáticos a través los Comités
Asesores Técnicos (CAT’s). Los miembros del COE afirman (respuesta mixta, pero
con muy alto nivel de acuerdo) que el COE cuenta con los mecanismos para conseguir
opiniones de expertos externos.
Cuadro 9: Capacidades de primera respuesta en Costa Rica.
Eficacia |
Eficiencia |
Capacidades de Respuesta |
|
Capacidades Críticas de Mando y Control |
|
||
Opinión Mixta |
Opinión Mixta |
· Alerta e Información Pública |
|
· Aplicación Sistema Comando Incidente |
|||
· Comunicaciones |
|||
· Conciencia de la Situación |
|||
· Continuidad Operacional |
|||
· EDAN / Información Primer Impacto |
|||
· Gestión de Recursos / Logística |
|||
· Planificación de la Respuesta |
|||
Capacidades Críticas Operacionales a |
|
||
Optima |
Optima |
· Combate Incendio Estructural (zona urbana) |
|
Muy |
Muy |
· Búsqueda y Rescate vehicular |
|
Buena |
Buena |
· Búsqueda y Rescate vertical |
|
|
Buena |
· Búsqueda y Rescate en Estructuras Colapsadas (USAR) |
|
|
Moderada |
· Búsqueda y Rescate acuático |
|
Buena |
Muy Buena |
· Albergue / Atención Victimas Masivas |
|
· Atención Médica de Emergencia Hospitalaria |
|||
Buena |
· Combate de Incendio Forestal |
||
· Protección de Infraestructura Crítica (incluso cibernética) |
|||
· Reparación Infraestructura Agua Potable |
|||
Moderada |
· Búsqueda y Rescate en cavernas |
||
· Protección de Evidencia |
|||
Moderada |
· Búsqueda y Rescate avión / embarcación en agua territoriales |
||
Opinión Mixta |
Muy Buena |
· Seguridad Pública / Seguridad de Respondedores |
|
Buena |
· Reparación Infraestr. Transporte / Acceso Crítico a la Escena |
||
Moderada |
· Servicio Emergencia Extra-hospitalario /Transporte Victimas |
||
Opinión Mixta |
· Búsqueda y Rescate en montañas |
||
· Control de Enfermedades |
|||
· Ingeniería Obra Pública / Manejo de Escombros |
|||
· Respuesta en caso de Explosivos |
|||
· Respuesta en caso de Terrorismo |
|||
· Respuesta Materiales Peligrosos |
|||
· Seguridad Alimentaria / Agricultura |
Fuente:
elaboración propia con base en U.S. Dep. of Homeland Security, (2016a) y CNE
(2017b).
Para guiar la toma de decisiones en situaciones de
crisis, Kayman y Logar (2015) proponen un modelo sugiriendo una serie de criterios
políticos, logísticos y éticos potencialmente útiles, resumidos en cuadro 10.
Los miembros del COE afirman de forma casi unánime la importancia de cada uno
de estos criterios, con excepción de la rapidez en la toma de la decisión,
indicando más bien una clara preferencia a favor de tomar la decisión correcta,
y dando menor importancia al no exceder el presupuesto financiero. Indican que
las decisiones de crisis siempre implican prioridades en el uso de recursos que
son limitados en términos espaciales y temporales (muy alto nivel de acuerdo),
para lo cual cuentan moderadamente con las herramientas y técnicas apropiadas
(respuesta mixta). No obstante están casi unánimes en opinar que las
Tecnologías de Información podrían ser un apoyo más grande en la toma de
decisiones (muy alto nivel de acuerdo).
Cuadro 10. Enfoque (Criterio) de la Toma de Decisiones en la Fase Aguda de
Respuesta.
Nivel de Acuerdo |
Enfoque (criterio) de la toma de decisiones |
Total |
·
Que sea
correcta |
Muy Alto |
·
Distribuir cargas
y beneficios equitativamente |
·
Efectuar el
mayor bien para el máximo de afectados |
|
·
Lo más
urgente primero sin perder efectividad operacional |
|
·
Minimizar el
daño a las poblaciones más vulnerables |
|
·
Minimizar la
coerción y la infracción a derechos humanos/autonomía |
|
Mixto |
·
Actuar
conforme el mejor costo-beneficio |
·
Hacer lo que
sea lo más justificable para la comunidad |
|
·
La rapidez,
aunque sea intuitiva |
|
·
Lo que más
eficazmente resuelve el problema principal |
|
·
No actuar de
forma ilegal |
|
·
No exceder el
presupuesto financiero |
Fuente:
elaboración propia con base en Kayman (2015).
Cambio Organizacional: La creciente demanda para las capacidades de respuesta (ver cuadro 8)
incrementa la presión sobre las instituciones para seguir creciendo y mejorando
sus procesos internos. Un factor importante para los cambios que se ven
necesarios surge del desarrollo de las agendas políticas, normativas y sociales
relacionadas al Cambio Climático, el Marco Sendai y el Desarrollo Sostenible
(total acuerdo). Por lo anterior los miembros del COE claramente observan un
creciente grado de complejidad en el entorno de su organización (el COE) y de
las instituciones a las cuales pertenecen (total acuerdo).
Distinguimos por un momento los cambios que
potencialmente se requiere dentro de las instituciones y en la organización del
COE de los cambios que se desean lograr en el entorno de ellas. Partiendo de la
perspectiva hacia el entorno, las opiniones de los miembros del COE son
variadas (respuesta mixta) respecto de la pregunta si pueden lograr el aumento
de sus recursos físicos y humanos conforme se aumentan las necesidades
(potenciales) de la sociedad costarricense. También, indican tener una claridad
muy variada (respuesta mixta) sobre cómo se logrará que las organizaciones en
los sectores Privado y Público obtendrán la implementación de los cambios
necesarios para cumplir las metas de la Política Nacional de Gestión de Riesgos
2016-2030 y su correspondiente Plan 2016-2020. Pero están unánimes en opinar
que la población debería jugar un rol más amplio y tener más responsabilidades
en tanto a la prevención y la preparación para desastres (pre-impacto) como
para mitigar su impacto y fortalecer su resiliencia / auto-suficiencia
(post-impacto) (total acuerdo). Sostienen además, que la población sigue
reflejando una expectativa o percepción inadecuada sobre el rol y las
responsabilidades de distintas autoridades en caso de desastres (post-impacto):
la población espera demasiado de las autoridades nacionales (la CNE) y no lo
suficiente de las autoridades locales (el municipio) (ambos con muy alto nivel de acuerdo).
Además sugieren aumentar el potencial de la
institución. Efectuar cambios en su entorno, se podrá concebir como una
estrategia complementaria importante para poder enfrentar estos cambios en los
próximos años: hacer crecer la conciencia de los riesgos, mejorar la prevención
y aumentar el nivel de preparación, entre otras posibilidades (respuesta mixta,
pero con muy alto nivel de acuerdo).
Viendo hacia lo interno de las instituciones los
encuestados indican que la capacidad de cambio institucional, tanto para el COE
como para la institución a la cual pertenecen, tendrá que crecer para poder
enfrentar adecuadamente los cambios en los próximos años (muy alto nivel de
acuerdo). Es decir: actualmente valoran que la capacidad de cambio
institucional es insuficiente para lograrlo. Para aumentar esta capacidad
internamente se requiere, en su percepción, intervenciones frecuentes en la
cultura organizacional (muy alto nivel de acuerdo), es decir, en las tres dimensiones mentales en
que se fundamente el cambio transformativo (Ackerman y Anderson (2001);
Anderson y Ackerman (2001):
1. En la forma en que los miembros de la organización piensan, opinan, y juzgan los aspectos
diferentes de sus labores (muy alto nivel de
acuerdo);
2. En la forma en que los miembros de la organización se sienten
respecto a distintos aspectos de sus labores (respuesta mixta, pero con muy alto nivel de
acuerdo);
3. En la forma en que los miembros de la organización
(institución) están conectados espiritualmente con la visión de la
organización y su razón de ser (muy alto nivel de
acuerdo).
Además, como sostiene Maas, el tipo de cambio que se necesita
en las instituciones públicas sea cada vez más transformacional y menos del
tipo crecimiento o transición de A al B (Maas, com. personal, 1 junio 2017).
Basado en lo expuesto concordamos en que existe gran
necesidad de facilitar tanto al público en general como a los tomadores de
decisiones políticas la información adecuada y los criterios necesarios para
juzgar el desempeño del sistema como tal y para ponderar la inversión (en
dinero y esfuerzo) que sea deseada. Ambos – política y población – juegan un
rol importante en este proceso tanto desde el punto de vista de las
percepciones que tienen, como en el sentido si cuentan (o no) con lo necesario
para llegar a decisiones bien fundamentadas. Parte de la dificultad es saber
cuáles aspectos sistémicos, incluso redundancias, realmente aportan a una mejor
fiabilidad, y cuales se deben considerar como ineficiencia que no contribuye a
estar mejor preparado, es decir: que no sean una inversión en un sistema más
fiable.
Un punto final consideramos importante de resaltar: se
debe reconocer que las instituciones de respuesta operan bajo un criterio de
éxito que no es lo común: el éxito – la fiabilidad sistémica – para ellas está
en que no pasó nada, que había un
non-evento dinámico (Weick (1987), citado en: Sutcliffe (2012), p. 72).
Considerando que una pérdida inesperada del balance sistémico surge de la
pérdida de opciones y de la pérdida del entendimiento de la situación (Weick y
Sutcliffe, (2015), p. 123) concordamos con estos autores que el enfoque en las
cinco perspectivas sí es un récipe para saber qué buscar y crucialmente cómo
buscar (Ibíd., p. 16), apuntando hacia los aspectos “de agencia” a los niveles
micro y meso (personal y grupal) de importancia para el resultado macro (el
desempeño sistémico) (Ibíd., p. 156).
Conclusión
y Recomendaciones
El presente análisis ha abordado el tema de las
capacidades de primera respuesta a desastres en Costa Rica. Se ha aportado un
análisis preliminar de la organización del Subsistema de Preparativos y Respuesta y los recursos
(aparentes) con que cuenta. Además, se ha brindado un breve análisis del estado
actual de estas capacidades, sus fortalezas y debilidades, partiendo del punto
de vista del COE. La conclusión general es que la respuesta a desastres
claramente es una actividad altamente compleja, que requiere de conocimiento y
experiencia extensa y detallada, e involucre en ella como desafío principal la
construcción de dos mapas mentales de forma rápida y confiable: una dando
visibilidad sobre los daños y necesidades ubicados en espacio y tiempo – los
cuales se traducen en prioridades para la Respuesta –, y otra dando visibilidad
sobre los recursos de respuesta (aún) disponibles que podrán aliviar estas
necesidades, también, ubicados en términos espaciales y temporales. Otro
desafío es lograr la gestión de forma eficiente y eficaz para conectar los
recursos disponibles con las necesidades identificadas. Aunque a través de la
encuesta se identificaron puntos por mejorar, en lo general la organización y
capacidad de respuesta (y la operación del COE), es valorado por los
encuestados como comparativamente buena en relación con otros países de la
región; sin embargo, se identificó una alta necesidad de cambio organizacional
(institucional), y a la vez una insuficiencia en la capacidad para realizarla.
Estar mejor preparado para responder
puede requerir cambios significativos tanto en el sistema, en los niveles
políticos locales y nacionales, así como en la población.
Deseamos proporcionar las siguientes recomendaciones respecto a este objetivo:
1. Promover la investigación de los factores que
determinan el desempeño del sistema, su fiabilidad y los criterios que permitirían juzgar
este desempeño de forma precisa y objetiva. Pareciera especialmente interesante
indagar en detalle sobre cómo están relacionados – en el contexto costarricense
– los factores que determinan el desempeño a los niveles meso (grupo) y micro
(individual) con el desempeño a nivel macro (sistémico).
Para ponderar oportunamente la fiabilidad del sistema
de respuesta a desastres en Costa Rica se debe conocer más sobre sus puntos de
vulnerabilidad, sus fortalezas y las características que le brindan
resiliencia.
2. Considerar una profundización de la presente línea de investigación, en
especial para conocer las razones de las preocupaciones de los miembros del COE
sobre las distintas capacidades de primera respuesta e identificar potenciales
soluciones.
3. Considerar la identificación de temas de investigación
relacionado a las metas de la PNGR, apropiados para proyectos de tesis, en
alianza con las universidades que ofrecen programas académicas en Gestión de
Riesgos.
4. Considerar la creación de un mecanismo que procura la obligación para
los alcaldes de capacitarse en la temática de gestión de riesgo, atención a
desastres y el SCI cuando ascienden al puesto político (objetivo confirmado por
los resultados de la encuesta), dado que sobre ellos recae la responsabilidad
de liderar el Comité Municipal de Emergencias y tomar decisiones
político-estratégicos a nivel local en caso de desastre. Se podrá considerar un
programa de capacitación parecido para puestos políticos nacionales para lograr
una consciencia más profunda de esta temática a los altos niveles de la
administración pública y mejorar su integración transversal en las agendas
políticas.
5. Considerar la inclusión en el currículo escolar y/o ampliación del mismo
a nivel colegial, con base en un contenido apropiado para la edad, de las
temáticas de la gestión y reducción de los riesgos, la preparación para eventos
inesperados y la importancia de la respuesta y de la resiliencia personal,
familiar y comunal para fomentar más no solo el entendimiento de estos temas,
pero también enfocado en crear ‘agentes de cambio’, lo que podrá resultar en un
más alto nivel general de preparación y resiliencia en toda la vida, inducir la
participación social en esfuerzos locales de preparación y respuesta, aportar a
reducir el nivel de abuso del Sistema 9-1-1 y a crear mejores condiciones para
fomentar expectativas apropiadas relacionadas a estos temas en ámbitos
políticos y en el público. Además, podrá aumentar el interés en estas
profesiones y aportar a una mejor imagen de las instituciones. Este currículo
podrá incluir uno a más elementos prácticos, como una visita a las
instituciones de respuesta (como Bomberos, Cruz Roja, Fuerza Pública, Sistema
9-1-1, un EBAIS u hospital), una capacitación en primeros auxilios básicos, en
seguridad vial y/o en seguridad en el hogar o una actividad en la propia
comunidad, facilitado por el Comité Municipal de Emergencias, con un enfoque en
el apoyo comunitario en caso de desastres.
6. Considerar la actualización del Manual del Centro de Operaciones (CNE,
2001) para que corresponda a la configuración con que opera el COE en la
práctica. Esta revisión podrá ser aprovechada, si fuera deseado, por un lado
para iniciar el proceso de establecer procedimientos que definan el trabajo de
los miembros del COE, aportando así a una mejor capacitación y conducción / dirección
de los miembros, y por otro lado, definir la representación adecuada de los
miembros institucionales en el COE (resultados de la encuesta).
7. Considerar la creación de una clasificación uniforme oficializada de los
recursos institucionales de respuesta conforme los estándares del SCI.
8. Considerar formas para mejorar las posibilidades para las instituciones
de planear el desarrollo operacional y estratégico de los recursos físicos y
humanos de respuesta a mediano y largo plazo. Este podrá incluir la necesidad
de eliminar o disminuir ‘el freno’ que impone el ciclo presupuestario anual a
nivel nacional sobre ellos (resultado de las entrevistas).
9. Considerar la creación de una plataforma digital nacional de información
de gestión de desastres, en parte, en
relación con lineamiento 3 del Eje 3 de la PNGR (acceso / democratización de la
información) y en parte, para facilitar a los expertos la gestión de la
respuesta. Esta plataforma podrá incluir uno o más de los
siguientes elementos:
a. Un módulo que brinde visibilidad sobre el inventario de los recursos
institucionales de respuesta (humanos y físicos) con que cuentan las
instituciones;
b. Un módulo que brinde visibilidad sobre el panorama logístico y de
respuesta en tiempo real;
c. Un módulo que brinde al público una manera de aportar información sobre
hechos (videos y mensajes) que podrán ser útiles para la gestión de la
situación;
d. Un módulo que facilite datos estadísticos procedentes de los sistemas
actualmente en operación: el Sistema de Información Geográfica para la Atención
a Emergencias (SIGAE) y el Sistema 9-1-1;
e. Un módulo que facilite una herramienta para obtener y analizar los
resultados obtenidos con ejercicios y simulacros institucionales locales y
nacionales, siendo una fuente subutilizada de datos sobre desastres (Kano et
al., p. 12);
f. Un módulo que permite conocer los recursos locales y municipales; por
ejemplo, para registrar convenios con actores de los Sectores Privado y Público
a nivel local;
g. Un módulo para pre-acreditar voluntarios locales (miembros de la
comunidad con habilidades útiles en caso de desastre) (Barbisch et al., 2010, p. 42);
h. Un módulo que cree un espacio con información, recursos y herramientas
para los Comités Municipales de Emergencia, con la finalidad de apalancar las
mejores prácticas (best practices) en todo el país y proveer información
pública al respecto (Centers for Disease Control and Prevention (2010), p. 34);
i. Un módulo que facilite los datos generados por otros módulos a los
Comités Municipales de Emergencia y la CNE.
Agradecimientos
La presente investigación no hubiera sido posible sin
el invaluable y amable apoyo de los miembros del COE y su paciencia en contestar
la encuesta. Además, se agradece mucho la cooperación, que típicamente ha sido
muy buena, de una gran cantidad de funcionarios y funcionarias de las distintas
instituciones. En particular deseamos agradecer al Comité Municipal de
Emergencias (CME) de San José: Licda. Lorena Romero M.Sc., geógrafa y encargada
de la Oficina Municipal de Gestión de Riesgo a Desastre, por autorizar la
estadía como observador en el CCO durante la simulación y el simulacro de
terremoto a gran escala el día 12 de setiembre 2017 y Lic. Mauricio Vega,
geógrafo y miembro del CME de San José. La CNE: Lic. Carlos Picado M.Sc.,
sociólogo, jefe Unidad Desarrollo Estratégico del Sistema Nacional de Gestión
de Riesgo, Douglas Salgado M.Sc., geógrafo, Sergio Sánchez M.Sc. geógrafo, Julio
Madrigal M.Sc., geólogo, Bach. Walter Fonseca, gestión de operaciones, Oscar
Mora, Mario González, Bernardo Merayo, operadores de comunicaciones. El
Benemérito Cuerpo de Bomberos de Costa Rica: sargento Carlos Umaña, maquinista
Mauricio Motta, paramédico Roberto Salazar, asistente administrativo Guido
Mora, coronel William Hernández, jefe de operaciones y teniente coronel Javier
Castro, sub-encargado Planes y Operaciones. Colegio Médicos y Cirujanos de
Costa Rica. La Benemérita Cruz Roja Costarricense: Jim Batres, paramédico y
subdirector DINAGER, Lic. Walter Zárate, director Administrativo, Lic. Juan
Luis Contreras, Arnoldo Alpízar, coordinador Telecomunicaciones, Ligia Trejos,
Dirección de Desarrollo Regional, Minor Brenes, Eric Moreno y Minyar Collado,
rescatistas DINAGER. La Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS): Dr.
Alejandro Moya, director de Emergencias del hospital Calderón Guardia y
presidente de ASOCOME, Dr. Daniel Quesada, Director del Programa Institucional
de Emergencias, Dr. Milton Salazar, Dr. Mario Vílchez, emergenciólogos,, Dr.
Albín Chaves, Director fármaco-epidemiologia, además, Dra. Laura Esquivel
M.Sc., Dra. Blanca Hidalgo M.Sc., Dra. Kristél Delgado y Dra. Wendy Montero,
farmacéuticos, Dr. Rodrigo Álvarez M.Sc., patólogo. La Dirección General de
Tránsito (Policía de Tránsito): Comisario lic. Mario Calderón, director,
Comisionada licda. Sonia Monge, subdirectora, Comisionado lic. Felipe Venegas,
subjefe de operaciones, Capitán lic. Juan Diego Vargas, jefe de comunicaciones.
El Comité Municipal de Emergencias de Mora: Licda. Grettel Agüero, bióloga. El
Instituto Costarricense de Acueductos y Alcantarillados (AyA): Ing. Saúl
Trejos, Director UEN Programación y Control, Ing. Andrés Sáenz M.Sc.,
Subgerente Ambiente, Investigación y Desarrollo, M.A. Juan Carlos Flores,
Director Centro de Documentación e Información. El Ministerio de Ambiente y
Energía (MINAE), Diego Román, coordinador Programa Nacional del Manejo del
Fuego MINAE-SINAC. El Ministerio de Ciencia, Tecnología y Telecomunicaciones
(MICITT): Lic. Johnny Pan, CSIRT Costa Rica. El Ministerio de Obras Públicas y
Transporte (MOPT): Lic. David Meléndez, Director Dirección de Atención a
Emergencias y Desastres, Bach. Juan Carlos Calderón, Dirección de Atención a
Emergencias y Desastres, y Lic. Héctor Borbón, politólogo, Jefe Control de
Equipo. El Ministerio de Salud: Dr. Daniel Salas y Dr. Carlos Salguero,
Dirección de Vigilancia de la Salud / programa RSI, Ing. Grettel Meneses M.Sc.,
Lic. Julio Mena M.Sc., coordinadores de Gestión de Riesgo, e Ing. Ricardo
Morales. El Ministerio de Seguridad Pública (MSP): Intendente Nelson Tames,
Jefe de Delegación de la Fuerza Pública. Sistema 9.1.1: licda. Guiselle Mejia
M.Sc., directora, Johnny Hidalgo, paramédico. Además, se les agradece todas las
demás personas quienes han aportado a esta investigación.
Un muy especial agradecimiento es para Lcda. Maureen
Hidalgo, documentalista (CNE), para profesor Dr. Alexander Maas (Erasmus
Universidad Rotterdam y Universidad de Humanísticas, Utrecht, Holanda), Dr.
Fernando Zúñiga (Universidad Nacional de Educación a Distancia, Costa Rica) y Lic. Jorge Coto, CPA,
por sus invaluables consejos y apoyo.
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[1]
M.Sc. Administración de Negocios (cambio organizacional) y M.A. Filosofía de
Administración de Negocios.
[2]
Por ejemplo: 1) en
realidad el estrés extremo, el pánico masivo y la desorganización social típicamente
no ocurren, 2) las víctimas con más frecuencia no están completamente
indefensas, 3) no existe una necesidad urgente de asistencia médica /
internacional de cualquier tipo (las
necesidades son especificas), 5) los desastres no son asesinos al azar, sino
que afectan sobre todo a los grupos vulnerables (pobres, mujeres, niños,
ancianos), 6) los asentamientos temporales para las víctimas generalmente no
son la mejor opción y 7) las condiciones no volverán a los niveles normales
(pre-desastre) en pocas semanas.
[3]
Todas las magnitudes están en la Escala de Richter.
[4]
Datos del 2016 indican por ejemplo que los 3 hospitales generales (1.545 camas)
funcionaban al 90,7% ocupación, los 7 hospitales regionales (1.420 camas) al 91,4%
ocupación y los 13 hospitales periféricos (1.120 camas) al 77,2% (Caja
Costarricense de Seguro Social, 2016).
[5] Por ejemplo: El
Combate al Fuego es una responsabilidad compartida entre el Cuerpo de Bomberos
y los bomberos forestales del Ministerio de Ambiente y Energía, según requiera
la situación (com. personales: Mora, 16 junio 2017; Román, 23 agosto 2017).
Búsqueda y Rescate podría ser competencia del Cuerpo de Bomberos, la Cruz Roja
o del Ministerio de Seguridad Pública.
[6]
Existen dos modalidades de expansión del “COE básico”. Se convoca al “COE
ampliado” si el tipo del evento y las necesidades correspondientes requieren de
asesoría de los Comités Asesores Técnicos (CAT), los Comités Sectoriales y uno
o más organismos técnico–científicos (CNE, 2001, p. 5-6). Se convoca al “COE
pleno” en la fase de Recuperación, que consiste del “COE básico” o “COE
ampliado” más las instituciones involucradas en la recuperación (o atención
mediata).
[7]
En el presente informe se refiere a la organización de la primera respuesta por
el COE “terrestre”, pero también, existe (desde 2016) un COE “marítimo” (la
Comisión Interinstitucional para Derrames de Hidrocarburos en el Mar (CND)),
bajo dirección de la División Marítima Portuaria (DMP) del MOPT, que cuenta con
otras instituciones integrantes como la CNE, MINAE, RECOPE, autoridades
portuarias, Guardacostas y Vigilancia Aérea, y “es efectivo para el Mar
territorial o (...) en cualquier medioambiente acuático en el interior del
país” (MOPT y MINAE, 2016).
[8] Karl Weick es profesor de Comportamiento
Organizacional y Psicología en la Universidad de Michigan (EE.UU.). Fue
recipiente de premios para la Mejor Tesis de Doctorado del Año, Mejor Artículo
del Año y en conjunto con Kathleen Sutcliffe el Mejor Libro del Año.
[9]
Kathleen Sutcliffe es profesor de Administración y Medicina en la Universidad
Johns Hopkins (EE.UU.) y de Administración de Negocios en la Universidad de
Michigan (EE.UU.). Fue recipiente de premios para el Mejor Artículo del Año, la
Mejor Investigadora del Año y en conjunto con Karl Weick el Mejor Libro del
Año. Sirvió en el Panel Nacional de la Academia de la Ciencia para asesorar la
resiliencia del departamento de Homeland Security.
[10] Los antecedentes de los miembros del COE reflejan
esta variedad (en este momento) en estar especializado en (o como):
Administración, Alta Gerencia, Bombero, Ciencia Política y Gestión Pública,
Criminología, Derecho, Economía, Emergencias, Gerencia Estratégica, Gestión de
Riesgo, Ingeniería Química, Ingeniería Sanitaria, Medicina General, Policía,
Salud Ocupacional y Técnico en Emergencias Médicas.